Indignados: ¿santos o bárbaros?


“Los santos deberían ser juzgados culpables a menos que se pruebe su inocencia, aunque, cómo no, las pruebas a las que debemos someterlos no son las mismas en todos los casos”. Así abría George Orwell su comentario sobre la autobiografía de Ghandi en 1949. Su conclusión, que los objetivos de Ghandi eran “antihumanos y reaccionarios. Pero considerado simplemente como político, y comparado con otras destacadas figuras políticas de nuestro tiempo, se las arregló para dejar tras de sí un olor muy limpio”. ¿Qué aroma dejarán a su paso los indignados?

El hartazgo de tantos españoles con unos políticos mediocres –abundan las excepciones, aunque conscientes de su singularidad suelen mantenerse en un segundo plano o terminan abandonando la escena– y la aparente ausencia de  proyecto para nuestro país han proporcionado a los indignados un barniz de legitimidad y una benevolencia de las que carecen. Puesto que uno de los mensajes principales de los indignados es la denuncia de la deshumanización de la política y la economía y los abusos de poder, la pregunta que habría que hacer a la hora de juzgarlos es si su comportamiento difiere en algo de lo que denuncian.

El vandalismo, la agresividad y el creciente desprecio por los derechos de los demás, el vano exhibicionismo y la vanidad convertida en pura soberbia de estos iluminados que por alguna razón se creen mejores que los demás y que exigen sumisión, silencio e incluso agradecimiento a todos los perjudicados por sus acciones (a los comerciantes de la Puerta del Sol les contestaron que, lejos de perder dinero, lo ganaron gracias a ellos) deberían bastar para abandonar cualquier esperanza de regeneración y mejora que el movimiento podría haber suscitado. Piden democracia, pero su conducta es justo la opuesta a cualquier forma de convivencia pacífica. Exigen justicia y equidad pero se comportan como auténticos rateros, igual que esos ocupas que invaden edificios en rehabilitación, enviando al paro a decenas de inmigrantes. ¿Qué pasaría si los perjudicados, justamente indignados,   ejercieran su legítimo derecho a defender su medio de subsistencia?

La respuesta de los indignados ante los graves problemas de la sociedad española no constituye una cura, sino un síntoma más de las enfermedades de nuestro tiempo, descritas en este poema del siglo pasado por alguien que, tras padecer algunas de ellas (nacionalismo, romanticismo, telurismo, autoritarismo) años después la rememoró, esta vez horrorizado ante la crueldad de los gobiernos.

Girando y girando en el creciente círculo

El halcón no puede oír al halconero;

Todo se deshace; el centro no puede sostenerse;

Mera anarquía es desatada por el mundo,

La oscurecida marea de sangre es desatada, y en todas partes

La ceremonial de la inocencia es ahogada;

Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores

Están llenos de apasionada intensidad.

Seguramente alguna revelación está cerca;

Seguramente la Segunda Venida está cerca.

¡La Segunda Venida! Apenas pronunciadas esas palabras

Cuando una vasta imagen del Spriritus Mundi

Inquietó mi vista: en algún lugar en las arenas del desierto

Una forma con cuerpo de león y cabeza de hombre,

Una mirada vacía y despiadada como el sol,

Mueve sus pausados muslos, mientras por doquier

Circundan las sombras de las indignadas aves del desierto.

La oscuridad cae de nuevo; pero ahora sé

Que veinte siglos de un pétreo sueño

Fueron contrariados hasta la pesadilla por el mecer de una cuna,

¿Y qué tosca bestia, cuya hora llega por fin,

Cabizbaja camina hacia Belén para nacer?

William Butler Yeats, La Segunda Venida, 1919.

2 Respuestas a “Indignados: ¿santos o bárbaros?

  1. Error: RbCb en lugar de RvCb

  2. Stéphane Hessel, el icono de la indignación en todo el mundo, héroe de la Resistencia, co-redactor de la Declaración Universal de Derechos Humanos, afirmó que si ganase el socialismo, en Francia, y Zapatero, en España, el estado de cosas mejoraría. RvCb tiende, esperanzado, una mano al M15M. Los medios bolivarianos, de Chávez, también se colocaron con el movimiento; asegurando, más o menos, que lo que piden los indignados españoles es un gobierno chavista.
    Creo que la derecha, en España, debe atender a las voces de la calle (M15M): rechazando lo mucho que tienen de falso, acogiendo lo poco que es correcto, discutiendo todo con valentía, razones y sentido común. Un ejemplo, para un sistema democrático la existencia del libre mercado o de la propiedad privada no son «cuestiones opinables». Allí donde se eliminaron sólo quedó en pie una dictadura de izquierdas (o un régimen totalitario).

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